jueves, 6 de agosto de 2009

Recuerdos de mi niñez

RECUERDOS DE MI NIÑEZ 1

Semana Santa, quizá para mí, la peor época del año. Era, desde luego, muy distinta a la de ahora, todo misticismo y silencio. Eso era para mí y me supongo que para los demás niños de aquel entonces la peor parte.
Hasta la gente mayor parecía que hablaba más bajo. No se escuchaban voces, como otros días normales y eso hacía que el ambiente fuera triste y monótono, la emisora local Radio Vigo (la primera que tuvimos fundada por Don Eugenio González de Haz) no tenía las emisiones normales, solamente música sacra y algo de música clásica.
En el cine tampoco había programación normal, en alguno podían poner alguna película sobre La Pasión.
Recuerdo que un año en concreto vino a García Barbón, una compañía de teatro, representaron La Pasión, el actor que representaba a Jesús se llamaba Francisco Rambal, lo hacía tan bien y me impresionó tanto que no olvidé nunca su nombre, yo no entendía nada de interpretación pero recuerdo que la crítica lo ensalzó mucho y mis padres también, Años más tarde oí que se había muerto.
Después de visitar los siete monumentos (siete iglesias) y la procesión de los pasos el Jueves y el Santo Entierro el Viernes, ya nada había que hacer, esta última siempre me impresionó mucho, no sé por qué, pero me hacía llorar ver la imagen de Jesús dentro de la urna de cristal.
Aún hoy me conmueve.En casa no me dejaban cantar, cosa que yo me olvidaba a cada momento, basta que no debiera para que tuviera más ganas de hacerlo, aquello era un suplicio.Antes la Resurrección era el sábado de Gloria a las diez de la mañana, a las diez en punto yo salía a la terraza que teníamos en la parte de atrás, para oír las campanas que empezaban a tocar.
Las primeras que sonaban y se escuchaban más fuertes, eran las del convento de la Enseñanza pues el edificio daba a la parte de atrás de mi casa, luego todas a un tiempo, aquello era una maravilla, también los barcos que estaban en el puerto hacían sonar las sirenas y yo cantando como una loca. Este era un momento que se repetía todos los años, sintiendo una alegría inmensa pues terminara la Semana Santa y Jesús había resucitado y yo al fin podía cantar.

RECUERDOS DE MI NIÑEZ 2

Tratando de recordar cosas de mi niñez, me vino a la memoria un hecho que me afectó bastante. Tendría unos nueve o diez años.Tenía mi padre un amigo con el que se relacionaba desde niño, primero en el internado que tenían los Jesuitas en La Guardia, luego en Inglaterra (la gente que tenía dinero mandaba allí a sus hijos a completar su educación). Allí echaron unos años también internos y de vuelta a Vigo, su amigo se hizo cargo de los negocios de su padre y se casó con una chica francesa refinada y elegante (según mi padre un matrimonio de conveniencia).
Mi padre se dedicó a viajar que era lo que le gustaba y ya madurito, estando en Vigo conoció a mi madre, era una mujer sencilla de una familia trabajadora y normal, que no fue bien aceptada por la familia de él, de todas formas se casaron y fueron muy felices.
Mi padre volvió a retomar el contacto con su amigo y llevaba con él algún negocio de exportación. Cuando yo tendría ocho o nueve años, a veces me mandaba a su casa a llevar alguna carta o papel, ese día para mi era una fiesta. Aquella casa me tenía enamorada, aquellos muebles, alfombras, lámparas, cortinas, todo me gustaba, pues estaba todo con un gusto exquisito, aquellos cortinones de terciopelo siempre recogidos, dejando entrar por los visillos blancos toda la luminosidad que alegraba la casa.
Aparte de eso siempre había para mi unos bombones o caramelos deliciosos.Tenían una hija, que tendría unos veinte o veintiún años, tenía la elegancia de su madre y una cara bellísima. Había sido miss Vigo, cuando los certámenes los organizaba El Casino.
Cuando estaba con ella me enseñaba fotos o me hablaba de los viajes a Francia que hacía con su madre (de allí traían los modelitos que luego lucían aquí)en fin, que pasaba una tarde maravillosa.
Los domingos iba a misa de doce con mis padres a Santiago de Vigo, ellos también iban. Al acabar la misa (ya fuera) se saludaban los conocidos y me daba una importancia tremenda cuando mis amigas me veían con ellas, que me daban un beso y hablaban conmigo cariñosamente.
Aquel año llegó la Navidad, yo como siempre lo pasé estupendamente pues como a todos los niños las fiestas me encantaban. El día de fin de año El Casino hacía un baile de gala, como todos los años mi amiga y sus padres fueron. Ella estrenaba traje y complementos, fue la peluquera a peinarlas y ella se fue a su dormitorio a vestirse, sus padres preparados. Esperandola al ver que no salía fue su madre a la habitación y la encontró tendida en el suelo sin vestirse todavía, llamaron al médico que no pudo hacer otra cosa que firmar su defunción. El corazón acabó con su vida. Para mi aquello fue terrible, ella era lo que yo hubiera querido ser, era mi ideal como mujer.Pasó algún tiempo y volví a aquella casa, ya no era lo mismo, lo primero que vi al entrar en el recibidor encima de la mesita de entrada donde antes había un espejo, un gran cuadro al oleo con su figura, estaba preciosa, seguramente sacado de alguna fotografía. La casa estaba en penumbra, un halo de tristeza se apreciaba en cada rincón, su madre me recibió muy serena y cariñosa, como siempre, sin hacer ningún comentario. Me fui llorando por el camino a mi casa. Otra vez volví y la encontré (a la señora) un poco rara, entonces me habló de su hija, como si viviera, me llevó a su habitación y me dijo que la tenía tal como ella la dejara al marchar, encima de la cama estaba el traje que no llegó a estrenar, los zapatos en el suelo delante de la cama y encima del tocador, el bolsito de mano a juego con el traje, estaba tan emocionada que ni vi como era el traje, solo vi que era gris perla. En el tocador había un florero con seis rosas blancas, según me enteré después se las llevaban todas las semanas de la floristería.
Cuando se lo conté a mi madre me prohibió volver a esa casa y así fue, no volví más, supe que la señora cada vez estaba peor de la cabeza y ya poco duró, el marido vivió más pero se retiró a su casa y echó tiempo sin salir hasta que murió.Este fue el peor recuerdo de mi niñez, que me hizo reflexionar a los once años que la vida también tiene momentos amargos.


RECUERDOS DE MI NIÑEZ 3

De los recuerdos de mi infancia, recuerdo uno que me dejó un regusto de aventura, con lo que creo que todos los niños soñamos.
Yo era (y soy) bastante tímida, pero como todos los tímidos, me gustaba que me encargaran algo (para mi importante) para demostrar que era valiente y decidida.
Eran los tiempos de la posguerra y como tal el racionamiento en el que nos daban unas cantidades de provisiones previa la presentación de una cartilla, consistía en lo más esencial, aceite, harina, azúcar y algo más, como esto, la verdad, no nos llegaba, pues mi madre iba a comprar cosas de estraperlo.
El foco principal de esta actividad estaba situado en el barrio de Casablanca (que aún sigue conociéndose por ese nombre), calle Brasil, Cuba, México, etc.
Cuando iba a comprar mi madre me llevaba con ella, y ahí empezaba mi aventura. Casi todas las estraperlistas (no sé por qué) vivían en los bajos y estaban muy vigiladas, de vez en cuando había una redada y cogían a alguna, le ponían una fuerte multa y hasta incluso alguna iba a la cárcel, por esa razón me llevaba mi madre, pues ella llamaba, decía quien era y le abrían, entonces yo me quedaba en el portal o salía a la calle, hacía que jugaba a la mariquitilla y vigilaba ¡qué emoción! cada vez que alguien pasaba por la calle mi adrenalina se disparaba, hasta que pasaba de largo y se iba.Entonces respiraba tranquila, salía mi madre con la bolsa, mientras no salíamos de la calle no estábamos tranquilas pues nos podían parar y ver lo que estaba dentro de la bolsa, casi siempre era lo mismo, aceite, azúcar, café (este no podía faltar pues mis padres eran muy cafeteros) y sobre todo harina. Como el pan también estaba racionado un bollito por persona ( a mi desde luego no me llegaba a nada) entonces mi madre hacía unas bollas de pan en el horno de la cocina de carbón que olían a gloria y mejor sabía, claro.
Muchos años duró en mi mente el olor de aquel pan y creo que es el motivo por el cual me sigue gustando el olor del pan cuando paso por una panadería.
De todo aquello me quedó grabado el precio del litro de aceite que lo pagaba mi madre a cien pesetas el litro, quizá fuera porque años más tarde pagó también cien pesetas por las primeras medias que me puse para estrenar los primeros zapatos de tacón. Era la novedad de las medias de cristal. Las traían en los barcos que atracaban en el puerto, algún que otro tripulante que traía cosas del extranjero y que aquí vendía también de “estraperlo”.
Creo que muchos de ustedes recordarán también estas experiencias vividas en su niñez, a mi me gusta recordarlas pues pese a todo viví una infancia feliz.

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